Los efectos económicos de las huelgas

Publicado el 13 de marzo de 2012

El anuncio de huelga general en España prevista para el próximo 29 de marzo ha desatado la polémica habitual en torno a la utilidad y pertinencia de estas acciones por parte de las organizaciones sindicales y los trabajadores. Los argumentos que ya están empezando a esgrimir el gobierno y el PP son falaces. Fundamentalmente se quejan de que los sindicatos son reacios al cambio y a la modificación de las relaciones laborales y sostienen que convocar una huelga general en medio de una crisis económica como la que está viviendo España es una traición de Estado. Para el PP, los trabajadores que quieren ejercer su bien fundamentado y conquistado derecho a la huelga cometen además un atentado contra sus propios intereses porque estarían retrasando la salida de la crisis.

 

Sin embargo, si echamos un vistazo a la literatura sobre relaciones laborales y economía industrial, es fácil descubrir cuan erróneos y manipuladores son esos argumentos. La mayoría de los estudios en esta área  se centra en analizar las causas de las huelgas, pero hay pocas investigaciones sobre los efectos económicos de las mismas (véase http://www.psa.ac.uk/2009/pps/Kelly.pdf). En todo caso, los trabajos publicados sobre las consecuencias de los paros masivos se dividen entre aquellos que consideran que las huelgas tienen efectos negativos a corto plazo y aquellos que consideran que pueden tener efectos positivos a medio. Examinemos los razonamientos que se ofrecen en cada caso.

 

La hipótesis predominante (llamada neoclásica) según la cuál las huelgas reducen el Producto Interior Bruto, sostiene que cuanto mayor sea el número de días perdidos por huelga, más cae la inversión empresarial y el producto por trabajador. Incluso los defensores de esta tesis admiten que cuando se pierde un día de trabajo, se suele recuperar la actividad perdida en los días posteriores, de tal forma que el efecto sobre el PIB sólo se dejaría notar si las huelgas se concatenasen. Según varios estudios empíricos, las huelgas masivas empiezan a afectar negativamente a la economía cuando incrementan sustancialmente la conflictividad media de la economía en cuestión a lo largo de un año. Y es especialmente dañina cuando los paros afectan a todos los sectores de la economía (como en las huelgas generales) durante más de un día. En esos casos, diversos estudios dan distintas cifras, pero en media, la relación podría ser del tamaño 3 a 1 (por cada 3 días de huelga general, se pierde el equivalente a 1 día entero de PIB en las economías de la OCDE). (véase http://www.allbusiness.com/government/107315-1.html)

 

La hipótesis alternativa (llamada neoinstitucional) defiende que las huelgas pueden ser un instrumento efectivo para neutralizar el abuso en el reparto de rentas por parte de los empresarios y para reducir la discrecionalidad en las relaciones laborales. Al equilibrar el reparto del valor añadido entre trabajadores y empresarios, la economía se vería beneficiada por una demanda más robusta (más trabajadores con salarios mejores y mayor capacidad de compra). Al mismo tiempo, la reducción de la discrecionalidad incrementaría la seguridad en el empleo y los trabajadores serían más productivos en sus puestos de trabajo como resultado de esa mayor estabilidad. Según esta tesis, las huelgas puntuales no tienen ningún efecto en la economía a corto plazo y pueden ser muy positivas para conseguir un crecimiento más sostenido y equitativo en el futuro. Lamentablemente, dada la dificultad de medir este razonamiento, no parece haber ninguna estimación concreta de esos efectos positivos a medio plazo, al menos en los estudios que yo he consultado para este post.

 

Lo que sí hay es evidencia histórica, especialmente en la Europa de antes de la II Guerra Mundial (http://www.britannica.com/EBchecked/topic/228625/general-strike), cuando los movimientos obreros utilizaron en diferentes momentos el recurso a las huelgas masivas para lograr cambios importantes en las relaciones económicas y laborales, así como en las instituciones políticas. Las huelgas en Bélgica (1902), Suecia (1903), Italia (1904), Rusia (1905); Alemania (1920) o Reino Unido (1929) son claros ejemplos de cambios políticos y económicos sustanciales erigidos sobre huelgas generales masivas y prolongadas. Algunos de aquellos cambios darían lugar a modelos de crecimiento económico robustos y equitativos que se convirtieron en referente mundial durante todo el siglo XX. Sin embargo, las experiencias más recientes de huelgas masivas, al calor de los recortes que ha provocado la crisis financiera en países como Islandia, Grecia, Portugal e Italia, no parecen haber tenido mayores consecuencias positivas. 

 

En esta ocasión, los trabajadores españoles tienen buenas razones para manifestarse, ya que es la única forma de mostrar su rechazo a un profundo cambio en el marco de relaciones laborales vigente desde la transición a la democracia. Lo importante, en mi opinión, es que no lo hagan solo por los derechos que la reforma elimina, sino por la falta de medidas para generar nuevas oportunidades que tiene esta ley. Esa sería la mejor manera de llenarse de razones para plantear una reforma alternativa, más equilibrada entre los intereses de las partes y más efectiva para recuperar cuanto antes la capacidad de nuestra economía para generar empleo y salir de la crisis.